domingo, 4 de diciembre de 2011

La amiga más peculiar que he tenido...

Todos en algún momento de nuestra vida, hacemos un amigo muy peculiar, yo, era muy pequeña cuando uno entró a mi vida. Tenía sólo 9 años, pero había ocasiones en las cuales estaba más ocupada que mis padres, tomaba clases de natación, de música, de teatro, de danza, y además estaba cursando el catecismo; en todos esos grupos tenia amistades, gente con la cual con la cual podía compartir, reír, jugar. Todos con cierto grado de importancia para mi, personas con las que tenía gustos en común.
Mi papá tiene sólo una cosa en común conmigo, le encanta leer. Una tarde íbamos caminando por la avenida Costa Verde, leyendo cuanto anuncio viéramos; Venta de comida, de ropa, renta de departamentos; y vimos uno que a ambos nos llamó mucho la atención: "El movimiento Pandillas de la Amistad te invita a vivir sus próximos retiros". Mi papá se detuvo a investigar en que consistía, cuando le dijeron que era un grupo católico para niños y niñas, me inscribió sin siquiera pensarlo.
El 7 de noviembre, estaba entrando entrando al convento de María Reparadora sin saber que ese fin de semana, marcaría mi vida.

Cuando entré, vi alrededor de 20 niñas y jóvenes, y una mujer de aproximadamente 80 años que esbozaba una enorme sonrisa; me llamó mucho la atención y pregunté quién era, alguien me respondió que esa mujer era la madre Angelita, la mayor del convento, y que estaba ciega. Yo nunca había conocido a alguien que no pudiera ver e instantáneamente pensé cientos de preguntas para hacerle, cuando me le acerqué una de las jóvenes que estaban ahí me dijo que me alejara de ella porque debía descansar. La madre Angelita dijo: "Tere, deja que se quede, siempre es bueno conocer gente nueva". Mi rostro se iluminó y le agradecí. Me senté a su lado y sin saber como empezar, solté una pregunta tras otra. Estuvimos cerca de 3 horas charlando luego de las cuales sentí que la conocía muy bien y ella a mi. Ya que pasó ese fin de semana, seguí yendo cada domingo a misa de 11 de la mañana. Platiqué con ella cada cosa que me sucedía. Fue mi confidente, mi mejor amiga.  Cuando iba a cumplir 15 años, ella me preparó espiritual y emocionalmente. Y tiempo después, falleció. Se fue su cuerpo, más no su espíritu. Todo lo que me enseñó, me ha acompañado y guiado en mi vida. De ella aprendí a disfrutar las cosas bellas de la vida. Aún conservo una foto de una flor que tomé en el jardín del convento. Aún recuerdo su tierna risa. Y aún creo que es un angelito que me cuida, la amiga más peculiar que he tenido.

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