sábado, 2 de enero de 2016

En resumen...


Hace ya varios meses que no escribo, y es que, el año 2015 fue crucial en mi crecimiento. No sólo fui capaz de notar cierta madurez emocional en mi persona, sino que además di un salto muy grande en mi vida cotidiana.
Las pruebas se fueron haciendo paulatinamente más grandes y cuando me di cuenta, estaba de nuevo sentada frente a la computadora escribiendo en mi blog...
Para comenzar el año, me vi frente a un grupo de quinto grado con serios problemas para expresarse, y dada mi aberrante obsesión con que la comunicación sea efectiva, planteé ante ellos, lo que, en ese momento me pareció simple... 
Mi propuesta de trabajo para elaborar mi tesis estaba titulada nada más y nada menos que "Desarrollo de competencias comunicativas mediante el aprendizaje metacognitivo en quinto grado". ¡Caray! Con sólo ver el título, me di cuenta -quizá un poco tarde- del lío en que me estaba metiendo. 
Eso de la metacognición no es gracia, y lo descubrí bastante pronto...
Tenía que lograr que mis alumnos manejaran a sus cerebros para que fuesen conscientes no sólo de lo que aprendían sino de cómo procesaban y almacenaban esa información en su interior.
Para lograr eso, tenía que diseñar, implementar y elaborar estrategias "nunca antes vistas". ¡Qué dilema! Ah, y por supuesto, todo eso, asentarlo en mi documento recepcional.
Debo decir que se me hizo algo eterna la redacción de ese libro, y tuve una crisis temporal en la que ya no quise escribir más. Pero a la par de estar escribiendo mi tesis, tenía que preparar la exposición que iba a presentar en mi examen profesional, y, como cereza en el pastel, al mismo tiempo, debía estudiar para el Concurso de Oposición para el Ingreso al Servicio Profesional Docente (ah, ese bendito examen que organiza la SEP para aceptar y rechazar a los nuevos maestros).
Estaba muy estresada entonces, y no tenía ni idea de que ese, solo sería el principio de la aventura que el 2015 me tenía preparada.
Luego de titularme, fui -sin haber estudiado, por falta de tiempo- a presentar el examen a Xalapa. Ahí, me di cuenta de que estaba respondiendo exageradamente rápido el examen, y por ende, al salir -un par de horas antes de lo estipulado- tuve tiempo de sufrir un ataque de ansiedad.
Qué manía la mía de creer que estaba mal en ese examen por haber respondido con tanta seguridad.
Con tal que, para la fecha en que publicarían los resultados yo estaba sin uñas, y -afortunadamente- unos kilos más delgada.
No sabría como explicar, lo que sentí cuando vi mi resultado, porque en ese momento, le pregunté a tantas personas como pude, que significaba tener un ocho en la esquina superior derecha de mi hoja.
Se me hizo un nudo en el estómago y otro en la garganta, cuando me dijeron que era el lugar que había obtenido. Lloré. Luego, fui a despertar a mi papá y con una distorsionada sonrisa le dije "Papá, soy el número ocho de la lista, de los 2,000 sustentantes, quedé en el lugar ocho papá". Él me miró, sonrió y me dijo todavía medio dormido, que le daba mucho gusto, y que me fuera a dormir porque era tarde. 
Después de eso, juro en verdad que traté de dormir y simplemente no pude. Ese, fue sin duda el mejor momento que pude experimentar hasta entonces. 
Pero solo vamos a mitad del año...
Cuando fui a Xalapa a elegir mi plaza, bueno, todo salió bien, me asignaron una escuela Federal, en un municipio relativamente cercano, etcétera, etcétera. La cuestión siguiente, se dio cuando llegué a presentarme con mi supervisora.
A fin de cuentas, soy por completo una novata en esto del sistema educativo, y tuve en resumidas cuentas, que estar ese mismo día laborando, por lo que, tuve que conseguir un lugar para dormir esa noche así como una muda entera de ropa y artículos de uso personal, para poder estar a la mañana siguiente muy temprano de nuevo en la escuela.
Esta parte del año, debo decir que fue muy interesante, pues una chica a la que apenas conocía por facebook, y con quien en realidad no tenía una buena relación fue quien me abrió las puertas de su hogar -y su corazón- para apoyarme en el momento en que, repentinamente, me vi en un lugar desconocido, con gente desconocida, y vacía totalmente por estar lejos de mi familia.
Creo que nunca terminaré de agradecer que esta chica y su familia me hayan aceptado, pues creo que sin su cariño, me hubiera pronto derrumbado.
Un mes más adelante me asignó la supervisora a una escuela que se encuentra a unos 30 minutos de la cabecera municipal, y, para bien o para mal, se me dio un vehículo para transportarme diariamente hasta allá.
No me duró mas que tres días, porque el miércoles 21 de septiembre, me salí del camino en una curva y me volqué. La camioneta dio casi tres vueltas conmigo adentro. Cada vez que lo recuerdo, vuelvo a cerrar los ojos como hice cuando me di cuenta de que el cristal iba a estallar. Cuando por fin los abrí, la camioneta estaba de lado, con mi puerta pegada al piso. Estaba sola, y no sé cómo ni de dónde, saque el valor para reaccionar. Apagué el motor, me quité el cinturón -pues de no haberlo llevado puesto otra hubiera sido la historia- busqué mi teléfono e identificación, y como pude salí por la puerta del copiloto, que daba hacia arriba. Ahora que me detengo a pensarlo, de verdad no entiendo como logré empujar la puerta con un brazo mientras con el otro impulsaba todo mi cuerpo para salir del auto. Me senté sobre él, y llamé a un amigo para que pidiera que alguien fuera a auxiliarme. Me aventé al cañal en el que había terminado y finalmente llegué a la carretera. Ya se acercaban unos hombres que habían escuchado el estruendo de mi accidente y quienes amablemente ayudaron a sacar mis pertenencias del carro y me proporcionaron agua para limpiar las heridas sangrantes, que hasta entonces no había notado que tenía.
Sin duda alguna, fue el momento más difícil que experimenté en el año. No sabía como decírselo a mi papá, pues estaba consciente de que mi accidente había sido grave, y no quería asustarlo, movida por cobardía, le pedí a mi hermana que ella se lo dijera, quien astuta, minimizó la situación y lo acompañó para ir a buscarme. Estoy segura de que no tardó ni dos horas en llegar. Cuando vio el carro y me miró, fue cuando por fin, dejé escapar un par de lágrimas, y le dije con certeza, que Dios me había metido en una burbuja ese día. Mi camioneta estaba destrozada, y fue declarada pérdida total.
Estuve casi un mes sin asistir a trabajar, mientras tramité con prisas y dolor, mi afiliación al ISSSTE, las incapacidades correspondientes, y tomé terapias de rehabilitación. Cuando regresé a la escuela, decidí quedarme toda la semana dentro de la comunidad para no tener que transportarme diario. Aún no soportaba determinados dolores pues no tuve el reposo debido y entré en una rutina de depresión.
Todos los días me levantaba, iba a la escuela, toleraba el trabajo, y volvía al cuarto que me rentaron, para llorar toda la tarde hasta quedarme dormida.
Me costó mucho trabajo salir de eso, y no lo hubiera logrado sin ayuda. Pero siempre hay personas dispuestas a tenderte la mano, y yo las encontré.
Ese fue mi renacimiento, ya en noviembre, casi al final del año, pero me encontré a mi misma.
Volví a levantarme con ganas, llegar a la escuela a convivir con mis alumnos, y en vez de irme a encerrar, comencé a quedarme tiempo extra en la escuela para distraerme, conocí al maestro del kinder de la comunidad, quien se convirtió en pieza clave de mi renovado ánimo, pues me demostró que podía ser mejor de lo que creía. Entonces, creamos una sociedad y comenzamos a apoyarnos mutuamente. 
Finalmente, llegaron las vacaciones, y con ellas, llegué de nuevo a mi hogar. Revitalizada. Con deseos de compartir y disfrutar cada instante como si fuera el último -y es que, en realidad puede serlo-.
Mi novio, mis padres, mi hermana, y esos amigos nuevos que llegaron a mi vida en el momento justo para llenarla con su alegría, todos, son un pedacito de 
mí, y claro, también aquellos que a pesar del tiempo y la distancia, siempre están.

En resumidas cuentas:
Por un año en verdad difícil, gracias.
Porque si no me caigo, no podría levantarme.
Con una fe inquebrantable, y una sonrisa sincera, me despido del 2015 y abro mi alma al 2016.